Amigo mío, he regresado a tu tierra y la mía, y no estabas.
He llegado tarde a nuestra cita aplazada año tras año; a nuestra última conversación sobre todo lo humano y lo divino.
No quisiste esperar y te marchaste.
Querido amigo: te imagino en esa habitación que me dicen tenías sólo para tus libros, rodeado de miles de palabras.
Tal vez encontraste las respuestas a las viejas preguntas y oíste la voz que te decía: "Es la hora de partir" y te alejaste...
Realizaste tu más importante sueño: hacerte profesor, transmitir tus vastos conocimientos; leer, leer siempre y pasear sereno y reflexivo... Era nuestro sueño y tú, disciplinado y constante, lo alcanzaste.
Huérfano de ti, de tu sabiduría, de tu hablar suave, de tu exquisita cortesía y discreción; un poco más solo y dolorido.
Largo sueño en la tierra que has amado.
Frío amanecer.
Frío el mármol que rezaba tu nombre.
Frío,
desesperanza y frío en mi alma.
Ángel V Díez Álvarez